miércoles, 2 de diciembre de 2009

Oscar Brahim.

“Oscar Brahim podría ser un tipo cualquiera, pero no lo es. O tal vez sí lo sea, con la única diferencia de que es talentoso, ocurrente y muy lanzado. Oscar Brahim podría ser un taxista más de los que circulan por Buenos Aires quejándose de todo y de todos. Pero no lo es. O, bueno, pensándolo bien, tal vez sí lo sea, con la distinción que sus quejas son inteligentes, generalmente muy atinadas y que, encima, el hombre pone sus pensamientos en acción.” – Diario Clarin.

Después de ver el documental de Oscar Brahim, me pregunto dos cuestiones: ¿Qué nos falta a nosotros para tener la misma visión que Oscar? Y ¿Porqué no hay límites en la penetración de publicidad hacia nosotros?



Está claro que a diferencia del resto de la sociedad, Oscar sabia diferenciar la publicidad de la realidad y no se dejaba influenciar. Aunque fuera taxista, Oscar había estudiado diseño y dibujo, y como él dice, se define como ‘un diseñador gráfico en libertad’. Y utiliza la contra-publicidad como un mecanismo de defensa que tuvo que desarrollar en una época de crisis personal para no estamparse contra un muro con el taxi.
Su modo de criticar a la publicidad es bien sencillo: utiliza pintura y elementos recortados de los carteles de la calle para colocarlos en las vallas publicitarias, y así cambia totalmente el sentido que llega a nosotros. A más, a esto le añade sus mensajes subversivos, perfectamente camuflados en su personal cruzada con la publicidad.
Lo que Oscar nos quiere demostrar es su carácter anticonsumista, quiere que nos demos cuenta de que la publicidad influye de forma ‘negativa’, puesto que a través de ella lo único que sabemos hacer en lugar de frenar y reivindicar es consumir, y consumir más aun. Ojalá todos los demás no nos limitáramos solamente a comentar, quejar y murmurar en contra de la publicidad, y también actuáramos como él.

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